jueves, 25 de julio de 2013

jueves, 18 de julio de 2013

«Danza de tinieblas», de Eduardo Vaquerizo

☆☆☆☆

En Danza de tinieblas, Eduardo Vaquerizo presenta una España alternativa de ambiente steampunk. La historia arranca en la primavera de 1571, cuando don Juan de Austria, que acaba de alzarse con la victoria en la batalla de Lepanto, recibe la noticia de la muerte de su hermano, el rey Felipe II, en un accidente de caza. Don Juan regresa entonces para ocupar el trono. De este modo se forja una España diferente, que en el año 1927 conserva todos los territorios del imperio, está enfrentada con el Papa de Roma y acoge aún a moriscos y judíos.

En Madrid, capital del Imperio, el cabo de alguaciles Joannes Salamanca es llamado a investigar la muerte en extrañas circunstancias de un joven cabalista judío. Junto a un agente de la Inquisición y la misteriosa y bella Rebeca, pronto averiguará que este crimen está relacionado con una serie de asesinatos, que parecen deberse a un intento de desestabilización del Estado por parte de siniestros grupos que ambicionan el poder.

Encontramos aquí un steampunk a la española, con un carácter propio, fruto de una excelente labor de extrapolación de tendencias de toda índole que, sin embargo, a pesar de cambiar el imperio británico por otro español (con su peculiar idiosincrasia que, lógicamente, exige una serie de cambios), es muy fiel en su desarrollo a los cánones del steampunk.

Así, encontramos en esta obra elementos de la ciencia ficción clásica, como los robots, mezclados con tecnología propia de la era del vapor, mecánica de precisión, magia y personajes pintorescos, todo ello aliñado con una acción trepidante y un toque de extravagancia. Para mí, Danza de tinieblas —finalista del segundo premio Minotauro (que ganó Rodolfo Martínez con Los sicarios del cielo)—, sigue siendo la mejor novela steampunk escrita en castellano y la que mejor ha sabido respetar las claves del subgénero, adaptándolo hábilmente a nuestra tradición cultural.

Danza de tinieblas ha conocido ya dos ediciones (Minotauro, 2005; Sportula, 2012) y tiene una secuela, Memorias de tinieblas (Sportula, 2013), que acabo de empezar a leer. Ambas novelas están disponibles en formato electrónico, a un precio muy competitivo, gracias a Sportula (uno de los sellos que mejor ha entendido cómo vender literatura en este formato).

domingo, 14 de julio de 2013

Primera página de «Cenital», de Emilio Bueso

Escrita con un estilo farragoso y vulgar, la primera página de “Cenital” es un monumento a la chapuza.

Justo después del título del primer capítulo, “Despertar” (manido donde los haya), nos encontramos con una nota supuestamente informativa: “Islas Canarias, 2007” (sólo le falta la hora zulú para redondear la frase).

Personalmente, al leer esto me quedé sorprendido. Vale, la acción tiene lugar en el archipiélago de las Canarias… ¿Pero en qué isla?

Cuando se trata de las Canarias, esto tiene bastante importancia. El archipiélago tiene siete islas principales, diferentes entre sí. Cualquiera que las conozca se preguntará inmediatamente en cuál sucede lo que Bueso pretende contarnos. Como manera de crear intriga no está mal pero, personalmente, agradecería un poco más de precisión.

Continúa la novela con una frase lapidaria de esas que tanto parecen gustar a su autor: “Toda revolución comienza con el sueño de un hombre corriente”. Frase resultona pero de contenido más que discutible. Por desgracia pierde gran parte de su posible capacidad de impacto con la siguiente: “Todo hombre corriente despierta a menudo de una pesadilla”.

Tendría que investigar si todos los hombres corrientes que tengo a mi alrededor despiertan a menudo de una pesadilla. Es la primera noticia que tengo del fenómeno. ¿Esta afirmación está basada en algún estudio o solo es que al autor le sonaba de algún poster promocional de película de terror de los setenta y le molaba especialmente?

Pues yo no debo de ser un hombre corriente, porque duermo como un lirón y raras veces tengo pesadillas.

En fin. Igual es una metáfora. Tengo entendido que a Bueso le encanta “jugar con las figuras retóricas” (¡qué bien, ya era hora de que algún escritor lo hiciera!). Veamos... “Todo hombre corriente despierta a menudo de una pesadilla”. A menudo… Hum. ¿Los hombres corrientes tienen todos, además de pesadillas, problemas de insomnio? Caray, me alegro de no ser un hombre corriente.

Punto y aparte. Error gordo de estilo en toda la frente: “Ésta es la historia…” Vamos a ver, ¿qué pinta ahí esa tilde? Pero peor es lo que sigue, un festival enumerativo con una puntuación caprichosa y vulgar a más no poder, igual que todo lo anterior.

Inicio de capítulo de “Expediente X” mezclado con pomposas (y equivocadas) afirmaciones generales sobre las revoluciones y los hombres corrientes, con una puntuación desastrosa que parece sacada de la publicidad de una película de John Carpenter:

Despertar

Islas Canarias, 2007


Toda revolución comienza con el sueño de un hombre corriente. Todo hombre corriente despierta a menudo de una pesadilla.

Ésta es la historia de un hombre excepcional, de su sueño. De su pesadilla.

De su fortaleza.

Comienza con un despertar. Con el día en que Destral abre los ojos y descubre que la pesadilla es real.

Esta es la historia de un hombre excepcional. Ah, vale, entonces lo de las revoluciones y los hombres corrientes, ¿a qué viene? Este hombre excepcional también tiene un sueño y una pesadilla, y despierta. Como todo hombre corriente. Ah, no, perdón, que este es excepcional.

Al principio pensé que este comienzo era una especie de homenaje a Alfred Bester pero sin un ápice de su elegancia y fuerza evocadora, pero ahora pienso que empezó a escribir el libro por la contraportada y se les coló en la maquetación.

En fin, sigamos… Aunque nos falten ya las ganas de seguir leyendo esto. Vamos a ver…

“De tanto darle la vara le dieron una beca”.

¿Mande?

“De tanto darle la vara le dieron una beca”.

Lo siento, no lo entiendo.

¿Alguien me explica qué significa esto? No es que no entienda el argot popular, sé lo que es dar la vara (empiezo a intuir que lo que acaba de empezar a hacer Bueso unas líneas antes se le parece mucho). Es que no acabo de pillar qué tiene que ver que te den la vara con obtener una beca. Te dan mucho la vara, ergo te dan una beca. ¿Ein?

“Apenas hecho un ingeniero, le pusieron a los mandos de un ordenador que habían puesto a los mandos de un ingenio en órbita geoestacionaria”.

Un satélite espía en órbita geoestacionaria. Espero que no fuera sobre el polo sur.

Por cierto, qué manera tan extraña e innecesariamente rebuscada, falsamente concisa, de expresar que el personaje acaba de licenciarse como ingeniero. “Apenas hecho un ingeniero”. Es un aborto sintáctico, feo a rabiar.

“Con él vigilaban el globo. Curiosos tiempos éstos, en los que ponen a un becario a manejar un satélite espía”.

Curiosos tiempos estos en que se publican novelas sin una revisión y corrección dignas del dinero que deben pagar los lectores por leerlas.

“La guerra la hace un software que no se puede descargar; la política, unos tíos que no representan a nadie; y la inteligencia, lo mismo la lleva una panda de idiotas”.

Lo mismo me dan lo mismo tu estilo vulgar, tu colección de lugares comunes y tus invenciones inverosímiles sacadas de la manga. Anda ya, ¿un becario manejando un satélite espía? Pues sí que son idiotas, sí…

No es sólo que esté escrito con el culo, con errores ortográficos (la tilde de “estos” me ha hecho daño) y carezca de sentido; es que el poco que tiene no resulta mínimamente creíble; ni siquiera es original.

Y hasta aquí llegan mis impresiones sobre esta novela, porque no pienso seguir leyéndola.


Fotografía cortesía de Ignacio Illarregui.