domingo, 1 de junio de 2008

«La transfiguración del Conde Geiger», de Michael Bishop

☆☆☆½
Debo agradecer a Antonio Rodríguez Babiloni que me recomendara esta novela de Michael Bishop.

Hábil sátira superheroica, La transfiguración del Conde Geiger está llena de eso que los catalanes llaman “conya”, esa particular clase de ingenio cuyos frutos oscilan entre lo vulgar y lo sublime, excéntrica gracia que hunde sus manos en el barro de lo bizarro para modelar enanitos de jardín nudistas, bustos de Spawn para pintar en casa, tazas con el rostro del mil veces difunto Kenny, estatuas ecuestres de las Tortugas Ninja, etc., prima del kitsch y el surrealismo, nieta del buen rollo y la mala leche, hermana de la broma, hija del humor.

No es moco de pavo la burla que dedica a los estirados miembros de la “intelligentzia” presuntamente culta, amante celosa de las mal llamadas “Artes Mayores”, que tan bien representa, al principio, el protagonista de la novela (crítico literario y jefe de la sección cultural de un importante periódico). Pero no todo es ironía y sarcasmo en esta novela, divertida pero de ningún modo superficial; Bishop no descuida, en su afán recreativo, la reflexión. En el fondo, esta historia se asemeja a una lección de estética, principalmente sobre la carencia de verdad de los juicios estéticos.

En fin, que la recomiendo.

[Jean Mallart, deleitándose en la pedantería como el protagonista de la novela antes de su transfiguración. Que el cesio 137 me coja confesado.]

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