domingo, 11 de junio de 2006

Traduttore traditore: «Almuric», de Robert E. Howard


Bueno, después del desfogue de esta mañana, recuperamos el habitual buen humor y regresamos a la normalidad con un viejo post referente a Almuric, novela de aventuras de sword & planet escrita por Robert E. Howard hacia 1936 y editada por Miraguano con traducción del propio Arellano, cuyo trabajo puse a parir sin la más mínima piedad. :-)) Más que un comentario es un vituperio de la traducción. Lo escribí para es.rec.ficcion.misc en 1999 (ya ha llovido, ya) y lo he encontrado por casualidad buscando otra cosa en Google. Sirva como ejemplo de mi obsesión por la calidad de las traducciones, mi pasión por la diatriba epistolar y mi afición por la parodia. A la salud de Xoota, para que vea lo que le espera. :-))))) [Entre corchetes, alguna que otra nota.]

* * *

Acabo de leer Almuric (ediciones Miraguano, traducción de Francisco Arellano), gracias a Conner McLeod [Ramón Campins, conocido fan de Howard].

No comentaré nada sobre la historia en sí, que me ha entretenido mucho. Sin embargo, no puedo evitar aludir a la nefasta edición de esta obra de Robert E. Howard.

Señor Arellano: El cúmulo de barbaridades gramaticales que infestan las páginas de esta edición de Miraguano me han irritado hasta extremos que no creía posible alcanzar. Me asombra que hayan tenido ustedes la desvergüenza de entregar al impresor semejante montón de inmundicia.

Tanta mediocridad me parecía imposible antes de leer su espantosa traducción. Afortunadamente no me ha costado un duro hacerlo...; de lo contrario, nada en el mundo podría impedirme acercarme hasta ustedes para hacerles la entrega solemne de un flamante ejemplar de la Gramática de la R.A.E., no sin antes haber impregnado sus sagradas páginas con alguna substancia letal. Si el buen Howard resucitara y viera esto, sin duda se pegaría un tiro otra vez.

La desastrosa puntuación, los nefandos laísmos, el uso constante de posesivos en expresiones de posición (“debajo mío”) y otros atroces vulgarismos no han logrado, empero, estropearme la diversión; hacia la mitad de la novela mi sentido de la estética estaba ya tan embotado que sus desafueros lingüísticos apenas me irritaban ligeramente.

¡Cuántas hermosas obras habrán profanado ustedes ya con actuaciones semejantes! No quiero ni pensarlo. La idea de leer, por ejemplo, La caída de la casa Usher traducida por usted, señor Arellano, es algo que me hace temblar de horror con sólo pensarlo, pero no merced a las cualidades terroríficas de las palabras de Poe, sino por la terrible perspectiva de tener que enfrentarme a las horripilantes consecuencias de su mediocre labor sobre la prístina prosa del gran autor americano.

¡Qué les costará contratar a un corrector de estilo! Señores de Miraguano, ¡miren ustedes que hay gente que paga por sus libros! Sin duda se merecen un trato mejor.

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