jueves, 8 de diciembre de 2005

Transhumanidad y posthumanidad en la CF (V)


La Eva futura

¡Qué tarde llego a la Humanidad!

Thomas Alva Edison en La Eva futura
(1885) de Villiers de L’Isle-Adam



Pocas novelas merecen como ésta la calificación de “fundamental”. Lo es, desde luego, para la historia del concepto de posthumanidad en la ciencia ficción, pero también para la historia del propio género, del fantástico en general, de la literatura francesa y, si me apuran, de toda la literatura universal. Me consta que ni ella ni su autor son muy conocidos, sin embargo (al menos, en España), así que intentaré esmerarme en la puesta de antecedentes.

La Eva futura fue publicada por entregas en el semanario La Vie Moderne (La Vida Moderna), entre los meses de julio de 1885 y marzo de 1886, apareciendo en mayo de 1886 en formato libro.

Su autor, Jean Marie Mathieu Philippe Auguste, conde de Villiers de L’Isle-Adam, era un hombre superdotado en cualidades pero con una escasísima fortuna (en todos los sentidos de la palabra). Miembro de una familia aristocrática bretona de rancio abolengo pero venida a menos —a menos que nada, en realidad— por culpa de su padre —un incompetente que dilapidó la fortuna familiar en una lamentable serie de proyectos a cual más disparatado—, pudo mantener una vida digna gracias a su tía abuela... Hasta la muerte de ésta, que lo precipitó de cabeza en la miseria económica.

Villiers creó buena parte de su obra en condiciones increíbles de pobreza; La Eva futura, por ejemplo, fue escrita, a falta de mesa en la que apoyarse, en el suelo de su vivienda, sobre unos papeles de periódico. La injusta penuria que padeció en aquellos años terminaría con su muerte poco tiempo después, el 18 de agosto de 1889. La generosidad de la comunidad artística parisina, que sufragó los gastos de su entierro, evitó que sus restos fueran a parar a una fosa común.

La obra de Villiers es de gran interés para los aficionados al fantástico pero, tristemente, bastante desconocida. Influido por Edgar Allan Poe, cuya obra conoce a través de su amigo Baudelaire, escribió numerosos cuentos de género fantástico y de misterio, destacando por su fama los recopilados en la antología Cuentos crueles, que recomiendo sin reservas.

Pero, en mi humilde opinión (que, casualmente, coincide con la del propio Villiers), lo mejor de su producción, su obra maestra, es La Eva futura.

Cedo aquí la palabra al pensador español Gabriel Albiac, que analizó la obra en su libro La caja de muñecas de 1995; en él nos resume brevemente el planteamiento de Villiers:

Dos personajes masculinos. Thomas Alva Edison, uno. No es arbitrario que Villiers haya escogido al inventor. Su figura en la Francia posterior a la Exposición Universal es legendaria. Para Villiers representa el símbolo de los tiempos modernos: la ciencia al servicio de la supresión del sufrimiento. El otro es un joven lord inglés, Ewald. Viejos lazos de amistad lo unen al científico a quien visita en su mansión y laboratorio de Memlo Park. Es una despedida. Ewald ha tomado ya la decisión de suicidarse. Habla a Edison de una joven —de nombre, sintomáticamente, Alicia; la verdad, en griego— tan bella cuanto estúpida. Vivir con ella es moralmente insufrible. Prescindir de su presencia estética, intolerable. Ewald está definitivamente harto. Sólo ante la decisión de muerte de su amigo, propone Edison un experimento: él construirá para Ewald una autómata idéntica en todo a Alicia Clary salvo en su estructura anímica. La Andreida poseerá un almacén de pensamientos y palabras de inteligencia y sensibilidad impecables y será físicamente indistinguible de su modelo. El pacto es establecido. Ewald pospondrá su suicidio hasta contemplar el resultado. Poco tiempo. Apenas cuatro semanas, promete el inventor.

En próximas entradas trataré de analizar la novela en profundidad. Aconsejo a quien pueda leerla (está disponible en la editorial Valdemar a un precio francamente económico, poco más de siete euros), que lo haga cuanto antes. Es una cuestión de justicia.


Homo excelsior
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