lunes, 29 de agosto de 2005

Poema: «El palacio encantado», de Poe


EL PALACIO ENCANTADO
por Edgar Allan Poe
(1839)


En el más verde de nuestros valles,
por buenos ángeles habitado
un bello e imponente palacio
(un palacio resplandeciente) irguió una vez su cabeza.
En los dominios del rey Pensamiento,
¡allí se alzaba!
¡Ningún serafín extendió jamás un ala
sobre edificio la mitad de hermoso!

Banderas amarillas, gloriosas, doradas,
en su tejado flotaban y ondeaban
(esto —todo esto— existió antaño,
largo tiempo atrás),
y cada apacible soplo que jugueteó,
en aquel dulce día,
a lo largo de las pálidas, empenachadas murallas,
se fue convertido en alado aroma.

Vagabundos en aquel feliz valle,
a través de dos ventanas luminosas, vieron
espíritus moviéndose musicalmente,
bajo la afinada autoridad de un laúd,
alrededor de un trono donde, sentado
(¡Porfirógeneta!)
bien digna de su majestad su gloria,
se veía al soberano del reino.

Y toda con destellos de perla y rubí
era la puerta del hermoso palacio,
a través de la cual vino fluyendo, fluyendo, fluyendo,
y chispeando eternamente,
una tropa de Ecos, cuyo dulce deber
era sólo cantar,
con voces de sobresaliente belleza,
el buen sentido y la sabiduría de su rey.

Pero cosas malvadas, con ropas de aflicción,
asediaban la ilustre propiedad del monarca.
(¡Ay, aflijámonos!... pues nunca la mañana
amanecerá sobre él, el desolado!)
Y alrededor de su hogar la gloria
que fulgía y se mostraba en todo su esplendor,
es solamente una leyenda vagamente recordada,
sepultada en la antigüedad.

Y los viajeros, ahora, en ese valle,
por las ventanas de rojo resplandor ven
atroces formas, que se mueven grotescamente
con una discorde melodía,
mientras, como un espantoso rápido,
a través de la apagada puerta
un horrendo tropel se abalanza afuera por siempre
y ríe... mas ya no sonríe.


[Traducción de Jean Mallart.]

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